Hoy es nuestro último día en Japón. Estamos aún en Kioto y antes de tomar el tren que nos lleve a Narita (hemos preferido dormir esta noche en esta ciudad en donde se encuentra el aeropuerto de Tokio antes que hacerlo en la propia Tokio, que dista unas dos horas de tren de su aeropuerto), aprovechamos para visitar el templo Ryoan-ji y poder contemplar su jardín de estilo «kare-sansui» (paisaje seco). En realidad se trata simplemente de un total de 15 rocas esparcidas sobre un mar de arena convenientemente «peinado» con un rastrillo y que puede llegar a producir todo tipo de sensaciones en el ánimo de aquél que lo contemple, desde paz y sosiego en algunos a la más absoluta indiferencia e incomprensión de esa minimalista belleza en otros, que no ven sino un montón de arena y unas piedras. Con los gustos ya se sabe lo que pasa…
El Kyoyo-chi, un precioso estanque con sus nenúfares y patos incluidos, es, sin duda, el contrapunto perfecto para aquellos a quienes haya defraudado la visión del paisaje seco.
El Kyoyo-chi, un precioso estanque con sus nenúfares y patos incluidos, es, sin duda, el contrapunto perfecto para aquellos a quienes haya defraudado la visión del paisaje seco.
Comemos cerca del Ryoan-ji las que posiblemente sean las mejores noodles que hemos tomado durante todo el viaje. Y como Kioto no deja de ser una gran ciudad, el autobús número 50 nos deja en la estación luego de 45 minutos de trayecto.
Un sinkansen, tren bala, el último que cogeremos en esta ocasión nos lleva a Narita en poco menos de tres horas. Mañana a las 10:30 salimos para París, adonde llegaremos a eso de las 22:40, las 15:40 hora europea.
Como quiera que durante el viaje uno de los pilotos del avión no se encontraba bien, por la megafonía preguntaron si había algún médico entre el pasaje. La sorpresa fue cuando, al llegar a París la misma voz de antes nos informa de que debido a las circunstancias especiales motivadas por la aparición de casos de gripe H1N1, popularmente conocida como gripe porcina, las autoridades sanitarias francesas han recomendado que se nos haga pasar primero por una sala de control antes de llegar a la terminal del Charles de Gaulle a la que teníamos que llegar. Cuál no será nuestra sorpresa cuando al bajar del avión nos encontramos con todo un batallón de personal sanitario y policías, algunos de ellos con mascarillas, formando un pasillo desde el avión hasta la sala en cuestión. Una vez allí se nos pregunta si nos vamos a quedar en París o si estamos en tránsito. Al contestarles que estamos en tránsito nos hacen pasar directamente a un autobús y nos conducen a la terminal a la que deberíamos haber llegado. El pasaje que se quedaba en París, en cambio, donde se quedó por el momento, e ignoramos por cuanto tiempo, fue en la sala por la que nos hicieron pasar. La pregunta que nos vino a la mente en ese instante fue : y quién les asegura a las autoridades sanitarias francesas que el peligro de contaminación está mejor controlado reteniendo indiscriminadamente, a unos y permitiendo, con idéntica indiscriminación, que otros pasen libremente a la terminal del aeropuerto ?
Dieciocho horas después de salir de Narita aterrizábamos en Luxemburgo, en donde, una vez más, al preguntarnos de dónde veníamos nos hicieron pasar a una sala en donde nos formularon las siguientes preguntas, que nunca supimos qué tendrían que ver con la famosa gripe: han comprado ustedes aparatos electrónicos ? licores ? cigarrillos ? Como quiera que nuestras respuestas siempre fueron negativas la siguiente pregunta fue: por qué han viajado entonces a Japón ? Una pregunta que, sin lugar a dudas, tenía trampa y era dificilísima de contestar.
Un sinkansen, tren bala, el último que cogeremos en esta ocasión nos lleva a Narita en poco menos de tres horas. Mañana a las 10:30 salimos para París, adonde llegaremos a eso de las 22:40, las 15:40 hora europea.
Como quiera que durante el viaje uno de los pilotos del avión no se encontraba bien, por la megafonía preguntaron si había algún médico entre el pasaje. La sorpresa fue cuando, al llegar a París la misma voz de antes nos informa de que debido a las circunstancias especiales motivadas por la aparición de casos de gripe H1N1, popularmente conocida como gripe porcina, las autoridades sanitarias francesas han recomendado que se nos haga pasar primero por una sala de control antes de llegar a la terminal del Charles de Gaulle a la que teníamos que llegar. Cuál no será nuestra sorpresa cuando al bajar del avión nos encontramos con todo un batallón de personal sanitario y policías, algunos de ellos con mascarillas, formando un pasillo desde el avión hasta la sala en cuestión. Una vez allí se nos pregunta si nos vamos a quedar en París o si estamos en tránsito. Al contestarles que estamos en tránsito nos hacen pasar directamente a un autobús y nos conducen a la terminal a la que deberíamos haber llegado. El pasaje que se quedaba en París, en cambio, donde se quedó por el momento, e ignoramos por cuanto tiempo, fue en la sala por la que nos hicieron pasar. La pregunta que nos vino a la mente en ese instante fue : y quién les asegura a las autoridades sanitarias francesas que el peligro de contaminación está mejor controlado reteniendo indiscriminadamente, a unos y permitiendo, con idéntica indiscriminación, que otros pasen libremente a la terminal del aeropuerto ?
Dieciocho horas después de salir de Narita aterrizábamos en Luxemburgo, en donde, una vez más, al preguntarnos de dónde veníamos nos hicieron pasar a una sala en donde nos formularon las siguientes preguntas, que nunca supimos qué tendrían que ver con la famosa gripe: han comprado ustedes aparatos electrónicos ? licores ? cigarrillos ? Como quiera que nuestras respuestas siempre fueron negativas la siguiente pregunta fue: por qué han viajado entonces a Japón ? Una pregunta que, sin lugar a dudas, tenía trampa y era dificilísima de contestar.
Vaya vuelta, y a vueltas con la gripe porcina...Una de tantas que nos espera, sólo hace falta viajar un poco más y ver como vive la gran mayoría de la población.
ResponderEliminarYo si hubiera tenido una respuesta: Viajo a Japón porque BeYMang me pusieron los dientes largos, me dieron envidia de la buena, y Manola cayó en una depresión si no viajaba a Japón.