14/5/09

Lost in translation o la vida bajo tierra




El primer encuentro del día con la vida bajo tierra de los tokiotas fue por la mañana para ir a la lonja de pescado. Un mundo nuevo para nosotros aunque ya lo habíamos entrevisto el día anterior: tiendas, restaurantes y todo lo que hace falta en la vida de una ciudad. Y gente, gente, gente…
Después empezarán toda una serie de experiencias como la de saber cómo llegar allí dónde queremos ir, la de entender al pobre tokiota que nos explica cómo y por dónde hemos de ir, la de que nos entienda él a nosotros y por último la más ardua: cómo leer el mapa. Una gran aventura, mezcla de intuición y de no poca fantasía.
Y por fin la gran lonja. Jamás habíamos visto tanto pescado junto. Los hombres vendiendo y preparando los cortes que luego comeremos y cenaremos en la ciudad y las mujeres en las cajas llevando las cuentas. No nos cansamos de mirar. El único problema lo representan los carros de transporte que, como se desplazan a velocidades endiabladas –ellos están trabajando, nosotros curioseando…- se encargan de mantenernos en tensión. Siempre había pensado que en los mercados de pescado había ese olor no muy agradable, pero aquí casi no se notaba, y es que también en los mercados, aunque sean de pescado (o quizá por eso mismo) los japoneses extreman la higiene al máximo.
Desde allí volvemos de nuevo al mundo subterráneo para ir en busca de la modernidad de Tokio, Ginza y sus comercios. De camino nos acercaremos al Foro Internacional de Tokio, edificio de una arquitectura asombrosa que nos deja casi hipnotizados y donde un paseo de media hora se alargará hasta la hora de comer.



En busca del edificio Sony para intentar ponernos al día de esos últimos inventos que siempre nos llegan de Japón, y de la galería Leica, para ver qué maestro de la fotografía exponía en este momento, nos encontramos, casi por casualidad, con el Palacio Imperial y sus jardines. Sólo veremos, y bastante de pasada, estos últimos claro, del palacio por el momento estamos a la espera de la invitación oficial.
Tras comprobar lo analfabetos que somos en cuestiones electrónicas nos acercaremos a una de las calles donde se concentran las lolitas, personajes de dibujo animado que se pasean sólo el tiempo necesario para permitirles llegar a la próxima tienda.
Afortunadamente, el santuario Meiji-Jingu está justo al lado y nos permitirá respirar de nuevo y saber que la paz es posible.
Y una vez más el mundo de abajo sale a nuestro encuentro, empeñado quizás en devorarnos porque aunque intentamos salir de allí para ir a cenar al mundo exterior acabamos entrando de nuevo en un sótano , donde en un restaurante típicamente japonés -no podía ser menos, claro- seguiremos sorprendiéndonos de las maravillas de la gastronomía nipona y descubriendo uno más de los matices de la cultura japonesa como recibir un origami de regalo de parte de una camarera que pensó que quizá debía hacerse perdonar un ruido que ella había hecho a nuestro lado al dejar caer un plato y que nos había podido molestar . Luego nos despediría en la puerta con la más educada de las reverencias y con su mejor sonrisa.

1 comentario:

  1. ¡Que envidia¡. Ya me contaréis más sobre la galeria Leica...Seguro que las fotografías que estáis haciendo son impresionantes. Ya organizaremos una rueda de prensa a vuestra llegada con aperitivo japonés.Lo del mapa espero que lo expliqueis en directo y con exposición en Power Point. Un abrazo.

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